La sinceridad de las mentiras

La compañera Violeta puso el otro día sobre la mesa, y me refiero a la de Leo Zuckerman, en Foro, pero también, acto seguido, a la mesa del debate público, un concepto verdaderamente rompedor: que el Presidente le regresó la sinceridad, así dijo, a la política.

Bueno, me heló la sangre. Al margen de que no queda muy claro exactamente cuándo, antes, fue sincera la política, todos sabemos, y se lo dijeron sus compañeros de programa, que la cantidad de falsedades que dispara el titular del Ejecutivo sería de récord mundial si no tuviera la competencia de Donald Trump, el amigo americano.

En la mesa, si escuché bien, le recordaron lo del sistema danés de salud, esa utopía médica que ha prometido, con fechas muy cambiantes de llegada, un número de veces ya difícil de calcular.

Es un muy buen ejemplo, sobre todo en la semana en que Animal Político documentó cómo el recorte a los tratamientos de cáncer fue tal que éstos disminuyeron en 97 por ciento, pero podríamos sumarle lo de que el huachicol ya es cosa del pasado y que nada de desabasto de gasolina; lo de que Cuitláhuac y Bartlett son modelos de virtud política; lo de que el Covid es una gripita sin consecuencias; lo de que el Tren Maya no iba a implicar ni medio hachazo a un solo árbol; lo de que su modelo de seguridad es un éxito y todo mundo está encantado con él.

Lo de que abundan las pruebas de corrupción en el aeropuerto de Texcoco o los pañuelitos blancos porque ya no hay corruptelas, en pleno bombardeo de audios y con lo de Segalmex, por apelar a un caso entre muchos, que nomás no se resuelve.

Lo de la sangre helada viene a cuento por el contrargumento de Violeta. El Presidente puede errar, pasó a decirnos, pero lo hace con el corazón en la mano. Sincerote, pues, con ese pecho que no es bodega. La sinceridad de las mentiras, si me permiten la referencia hereje.

De manera que enfrentamos dos posibilidades que ni a cuál irle. Una es que Violeta se equivoque y el Presidente sea una especie de Lionel Messi de la “posverdad”, perdonarán el término mamón. Vaya, un mentiroso en esteroides.

La otra es que, por el contrario, tenga un corazón rebosante de netez pero, a la hora de voltear a ver los hechos, no le atine a una; que tenga un distanciamiento con la realidad, ahí sí, de primer lugar planetario. El Segundo Presidente Más Volado del Mundo, disculparán la confiancita.

En fin, que lo de la compañera, con su buena disposición hacia el cuartotransformacionismo, fue un “no me defiendas, comadre” de proporciones inéditas.

 

       @juliopatan