Un regazo para dormir a los gatos

Un amigo adoptó un gatito al que tenía que ponerle gotas en los ojos. El animal era muy pequeño y casi no se dejaba tocar. Mi amigo pidió ayuda y le dije que sí, que a mí los gatos me querían mucho: cada quince días acudo a una casa cuya gata elige mi regazo -de entre ocho pares de piernas- para acurrucarse; una vez estuvo casi cuatro horas dormida profundamente porque mi cuerpo es un lugar seguro para los felinos oioioioi.

Total que me dijo Bueno, yo lo agarro y tú le abres los ojitos y le pones las gotas. Le dije No, mejor yo lo sostengo porque no le voy a atinar. Tomé al gatito, intentó zafarse y lo apreté más fuerte, no sé si demasiado porque incluso sentí su corazón latiendo en la palma de mi mano. Se lo entregué y le dije Ten porque lo voy a destripar, mejor yo le pongo las gotas.

Mi amigo sostuvo al gato, Le tienes que abrir el ojo con los dedos y con la otra mano le pones el medicamento, me dijo, y yo con mis dedos grandes que casi abarcaban la cara completa del animal intenté abrirlos pero no podía, luego usé los pulgares y el gatito hizo Miauuuuuuu y mi amigo le acercó el gotero y el medicamento cayó justo en el centro de la pupila.

Ya me sentía yo como en esa escena de “La Naranja mecánica”, el gatito con los ojos abiertos diciendo Señor, estoy curado señor.

A la semana siguiente volví a la casa de mi amigo y pensé que el gato me iba a odiar, así como los niños le guardan rencor a la enfermera que los vacuna sin pensar que les está salvado la vida, pero no, al contrario, el gatito se acercó y se quedó dormido en mi regazo, y yo me tuve que quedar más tiempo del esperado en esa casa porque no lo quise despertar.

Algo tienen mis piernas que induce el sueño de los gatos. No creo que sean tan cómodas, la verdad, habrá que ver si funciona también con las personas.